Rematando un gran día con un precioso atardecer en Samil.
[lwptoc]
Rematando un gran día con un precioso atardecer en Samil.
Tras una mala noche de malos olores y ronquidos, me levanto de la cama al amanecer y, con el frontal en la cabeza, me pongo a montar la bici mientras espero a que mis compañeras amanezcan. Hace mucho frío fuera, pero se ve el cielo completamente despejado. Parece que vamos a tener buena suerte con el tiempo.
Silvia y Helena aparecen pronto y preparamos todo para dejar el albergue e irnos a desayunar.
Como es muy temprano, nos cuesta encontrar una cafetería abierta a esas horas, pero damos con una donde tomamos tostadas, cafés, croissants, más cafés, más tostadas… Vamos, que nos ponemos hasta arriba. La sorpresa viene a la hora de pagar, cuando vemos el total a lo que asciende la cuenta y lo encontramos muy muy barato. Acostumbradas a los precios de Mallorca, estamos alucinadas con lo que nos han cobrado por semejante festín. Y así será prácticamente cada día a partir de hoy.
Nos cuesta ponernos en marcha, pero enseguida nos damos cuenta de que el frío ha bajado mucho y hace un día muy agradable. Antes de salir, nos acercamos a una fuente de las muchas que hay por todas partes, para rellenar los bidones. Otra cosa no será, pero sed seguro que no pasamos ya que todo el camino está lleno de fuentes con agua de muy buen sabor.
Pronto volvemos a meternos en preciosos bosques con sus colores de otoño y sus fuentes de agua que fluyen por cualquier lado. Nos llama la atención que volvemos a encontrar caminos adoquinados cada vez con más frecuencia. Los romanos hicieron por aquí un gran trabajo…
Llegamos a Pontevedra donde nos paramos a comer algo. La chica que nos atiende en la cafetería se alegra al saber que venimos de Mallorca pues ella, aunque lleva dos años viviendo en Galicia, es mallorquina. Charlamos un rato con ella y nos hace gracia cómo se le ha pegado el acento gallego y nunca diríamos que es oriunda de las Baleares.
Pontevedra es muy bonita, atravesamos todo su centro y disfrutamos haciendo fotos de sus calles y plazas.
Llegamos a un sitio donde han puesto las letras con el nombre de la ciudad y queremos hacernos unas fotos las tres juntas por lo que le pedimos a un chico que pasa por allí si nos hace el favor. Él, muy amable, se ofrece enseguida y nos comenta que le encanta la fotografía, estamos en buenas manos. Nos hace las fotos y cuando vemos el resultado nos reímos mucho. Hay que reconocer que la posición del sol en ese momento tampoco ayudó mucho.
Dejamos Pontevedra por un largo sendero que nos encanta. Bosques cerrados, puentes de piedra, riachuelos… Encontramos muchas señales que nos recuerdan que vamos por rutas de peregrinación como paneles como este, donde los viajeros cuelgan sus amuletos y recuerdos.
A lo largo del camino nos vamos cruzando con algunos ciclistas de montaña pero nos llama especialmente la atención un gran grupo de chicos que iban con unas bicis eléctricas en dirección contraria a la nuestra. Justo coincidimos con ellos en un tramo de bajada para nosotras y de subida para ellos, algo técnico, por lo que íbamos despacio y con cuidado. Ellos se iban apartando y dejándonos pasar muy amablemente sorprendidos de nuestra pericia pasando esos tramos con las bicis tan cargadas.
Seguimos sumando kilómetros y no dejamos de sorprendernos con los paisajes que estamos viendo. En Ponte Sampaio paramos a hacer unas fotos de su bonito puente medieval.
Ahora comenzamos un tramo del camino con largas subidas. Silvia se adelanta y aprovecha para sacarnos una foto a Helena y a mí sufriendo en una interminable carretera. Cuando llegamos al punto más alto, nos la encontramos hablando con unos ciclistas del lugar que nos comentan las rutas que hay por los alrededores y el camino por donde venían. Me encanta la gente que nos vamos encontrando, todos muy amables e interesándose por nuestro viaje.
Pronto divisamos el puente de Vigo y al fondo, las Islas Cíes. El océano está completamente en calma y pensamos que sería una buena experiencia visitar las islas al día siguiente.
Pasamos Vigo sin conseguir ver las famosas luces de Navidad que tanto ha promocionado la ciudad y llegamos a Samil donde nos encontramos con una espectacular puesta de sol. Los colores son impresionantes y paramos a hacernos unas fotos y vídeos en el paseo marítimo, antes de llegar al camping.
Esa noche nos quedamos en el Camping Playa Samil (www.campingplayasamil.com). Tengo que destacar la atención y amabilidad de la chica que lo lleva que en todo momento nos trató genial y nos hizo tener una estancia de lo más agradable. Si pasáis por Samil y buscáis camping, os recomiendo este sitio.
Esa noche Helena nos invita a cenar para agradecernos que compartamos nuestras tiendas con ella. La verdad es que no es necesario que nos invite, tanto Silvia como yo lo hacemos encantadas, pero es la excusa perfecta para tomarnos un buen vino con una deliciosa cena.